miércoles, 29 de diciembre de 2010

Clap clap

(Otros efectos colaterales que me genera el furor del ¡se nos viene fin de año! :)
  

A mi hermana al cielo al perro que no tuve.
Gracias. A las que corren con lanas en las manos para enredarse en todo lo que pasa. 
A usted, vidriero del barrio con su saludo al borde de la manga, por servirme de ancla. 
Chasgrá. A las tostadas al chocolate a la luna a los ojos por verla. 
A la botellita de agua. 
A mi colchón nuevo por elevarme las nociones del paraíso. 
A esas perlas, chistes malos, amigos y as(es). 
Al chapuzón que me espera. 
A las ideas las hojas para dibujarlas y las lapiceras cuando hay qué. 
A la música, la piel, lo que huele. 
Gracias totales, objetos cosas y cosas personas, por las sensaciones.

Una mano no aplaude sola.


lunes, 27 de diciembre de 2010

18/7, SUNDAY.



Ir correteando por las callecitas un domingo, por esas que no tienen pelusas de los plátanos 
-excluyente-.
Más que ninguna me gusta dieciocho de julio ese día, porque parece calle y no avenida.
Como un niño que pega siempre pero por una vez es adorable y dan ganas de abrazarlo y olvidarse de lo perro que suele ser el resto de las horas. 
Jugar a como sí existe para estar nomás, 
para que este domingo la pise yo, y dieciocho veces atravesarla.
Qué rinde culto a los pies que no llegan a ningún lado, no a los escaparates que por hoy no veo. 
Palabra ridícula. 


Mientras dure el domingo es territorio neutro.


Ya no hay bocinas ni boutiques.
Si queda algo en venta es garrapiñada en algún sucucho.
Nadie me da flyers mientras camino, y si los veo son folletos. 
Como sí tuviera el marketing en off.
Y olvidarse que a la mañana siguiente, volverá a encenderse la cooltura a todas luces 
de neón.

sábado, 25 de diciembre de 2010

I


Tengo ganas de escribir. Muchas.
Empecé una historia, y acá dejo el comienzo :)Mi plan es devenirla en más partes. 
No sé si llegarán, pero tengo ganas. Muchas. 



Todo me olía rancio. Rancio entendido como mezcla de humedad y espacio donde las cosas han quedado mucho rato por ahí, y el desorden comienza a ponerse espeso. Así no podía dormir. Además lo oscuro del cuarto hacía el perfume más penetrante, como sí fuera demasiado cierto qué al tener en desuso algunos sentidos, el usado se intensificara por defecto. 
.
A esa idea, que vino en formato imagen, le procedió una viñeta con dos planos pintados
Naranja y azul. 
Era una escena recortada de algunos meses atrás, donde fuimos a escuchar Milongas en un bar y al lado del escenario, las sillas y la barra, había un patiecito con las paredes así. A mí y a quien sería mi gran compinche -ahora me doy cuenta de qué ese contacto verdadero fue nuestro contrato tácito de camaradería- nos llamó mucho la atención. También por las muchas sangrías bebidas. Estuvimos rato viendo bien de qué colores se trataban, pues al volver a mirarlos crecía el contraste, se hacían más azul, más naranja. 
.
Cambié la postura, y me eché de panza con la cabeza hundida en la almohada -tal es mi pose para dormir profundo- a ver si me engañaba. Las ideas ninguneando la propuesta proliferaban -igual que el aroma- así que abrí los ojos y busqué la ventana tratando de atrapar algún vestigio de luz que me devolviera el equilibrio sensorial, y por fin llevara a la deriva del sueño. 
Nada.
Me cansé del propio cansancio y de la actividad de mi psiquis disconexa para con el estado global del cuerpo, generando a toda máquina pensamientos que naturalmente no podía resistir y me llamaban a hilvanar otros tan nuevos como inútiles.
.
Asumí los hechos, y pese al descontento, hice lo único podía: dirigir mi mente en línea recta, o curva, cualquiera distinta a esa espiral aletargada e inconducente.
Opté pensar en qué hacer entonces, a esas horas y con toda la situación a cuestas, incluso yo. 
Primero fue difícil. 
El agotamiento me arrastraba de a ratos de esa vorágine mental, hamacándome a lo onírico y revolviéndome las nociones de realidad. En esa disyuntiva entre estadios estuve minutos, horas quizás -cómo saberlo-. Cuando tal vez caería finalmente en el reino de las zetas, la hamaca violentamente paró de mecerse, frenada por un grito qué me dejó en vigilia y con el oído alerta. 
Ya no olía más a rancio, lo bueno.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Se nos viene fin de año.

(Respondiendo a las quejas por la ceguera imperante,
y  más que simpatizando con esta visión del mundo,
hacemos nuestro aporte en lentes.
Dpto. Defensa al consumidor)


Error. Mal dicho. No "se viene", nosotros vamos hacia él. En esas cinco palabras decanta quién es nuestro rey del mambo: el tiempo. Nos envuelve como un tzunami. Bajamos la cabeza. (Pregunto, ¿qué fue de la libertad, del espíritu revolucionario y la mar en coche?). Ya no pisoteamos el calendario. Ni siquiera lo vamos corriendo de atrás como quien perdió un ciento cuatro y si no marchaste. Lo perdiste, qué va a hacer. Habrá que esperar hasta mañana, y así la cosa se hacía un poco relativa para cada quien, algo más original: unos por la vida perdiendo buses, en estado de espera indefinido. Otros siempre ensamblados acción tras acción -subo al bondi, me bajo, camino once cuadras, saludo a un perro, sigo, pim pam pum- metiendo el doblón de seis años en uno, mientras algunos los sobrevuelan en una alfombra verde. Diversidad, digamos. 
Pero no. Así estamos hechos bol(s)a. La misma bola uniforme respondiendo a un único patrón. 
No hay chance, te viene o te viene. Para colmo todos -menos yo y tres gatos más- lo defienden hasta el punto de hacerlo patria, y ninguneando los ritmos propios izan la bandera temporal, exigiendo cosas a determinadas horas, puntualidad, horarios y todo ese rollo contra natura. 
¡Despertad! 
El otro día encontré un papel donde escribí, vaya a saber en qué trance que no recuerdo, "el tiempo es un patrón sin empleados". Un bolazo. Lo tiré y a otra cosa. Pero acá, en estas líneas que nacen por necesidad de réplica, viene esa frase a mi archivo de memoria titilando como un mail pendiente (me arruinó tanta computadora seguida). ¡Claro qué sí! Patrón -véase lo subliminal en el enramado social, y en esto caigo recién, de implantar lingüísticamente justo ese término cruel- sin empleados, ¡esclavos nomás! Nos chupa, nos vive, sin nada a cambio. 
Nos da su tiempo, bah.

martes, 14 de diciembre de 2010

Cómo está pa zambullirse! (hasta otra primavera).

Las olas y el viento, 
sucundúm sucundúm.


Me parezco a un ovillo de lana -por no usar el cliché del manojo de nervios- así qué, conciliadora, la ventana me soplaba lo que acontecía afuera; sobre todo el azul brillante y un san antonio que le bajaba por el marco. Con lo qué me gustan los san antonios, y el sol en la cara. Peor. Entonces las lanas se me crisparon de estar acá embutida, sin pausa más qué para escusarme, puro baño mucho tirabuzón y cero horas de sueño. Días y noches en cautiverio confrontada a una pantalla sin protector y llena de archivos encaprichados en borrarse cada tanto para qué los haga una y otra vez, niños.
El advenimiento del verano. Me doy cuenta más que por Gregorio y sus almanaques, por el olor. Hace rato lo siento venir, y se me asemeja al aroma del pan de panadería porque también se me hace agua la boca. Llega con sus petates a instalarse y le pongo la sonrisa top ten, grandota y con dientes bien limpios. Especialmente atractivo anda estos primeros días -si fuera vestimenta sería mi media naranja- donde todavía está en la vuelta la prima Berta, y mezclamos el calor la luz y las flores, con vientos no tan calientes. Mmm. Después, la verdad, pierdo casi el interés en lo nuestro.
Por eso me enoja estar tan nerd, tan estresadamente embebida en la computadora justo  los días que puedo sentirme auténticamente leritbe, cual Heidy en la pradera, dejando para el otoño los conflictos existenciales. Donde hacer el amor es tán fácil como tirarme en un pasto al rayo de la estrella más grande y entre brisas y sola, dejando la cara gris por la alegría amarilla en el tostado de la piel. Así, disfrutando nuestra relación hasta el ocaso.
Ahora parece que el After* chabón se está haciendo adolescente y ya no jode tanto. Capaz que hoy sí lo termino. Pero no soy buena para tirarme al agua, aunque esté calor. Mejor me guardo.


* After es un programa de edición para Animación -en mi caso- que uno puede amar y odiar inmediatamente gracias a sus juegos sucios (mugrosos). Además de la primera palabra de un disco muy querido :)