Prurito. No tengo ninguno en escribir esta palabra, pero si bastante en nombrar aquellas cosas que me lo causan. Prurito. Creo que es un vocablo que se inventó como recurso -con evidente reminisencia minimalista- para que un montón de cosas que por sí solas ocuparían bastante espacio desperdigadas por ahí, queden adornando decorosamente el rincón del cuarto. Paradójico lo del adorno cuando pasa lo opuesto, y en vez de pararse uno a contemplar su hechura, su gracia; al divisarlo se opta por mirar para el costado y silbando, como si te he visto no me acuerdo.
Ahí es cuando el capullo se rompe asomando la polilla*. El prurito chorreando por el borde y a punto de explotar pasa a ser como un absurdo taper atestado de espacio vacío. Prurito. Imponga la moda entre sus amigos y deje de decir, anticuadamente, empanada sin relleno.
* La metáfora refiere al momento en que surge el significado de esto que hablamos y evitamos decir bien que es, que consiste en eso que no hablamos y evitamos decir bien que es.